Gancho y Croos

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POR ENRIQUE RODRIGUEZ

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LUNES 16 DE AGOSTO DE 2010:

NUESTRO ANALISIS SOBRE LAS CONTUNDENTES Y METEORICAS VICTORIAS DE HUGO GARAY Y ROBERTO SOSA

Estos muchachos son

rápidos para los mandados

Ante típicos rivales brasileños que llegan, salvo alguna que otra excepción, a nuestro país para engordar los récords de figuras nacionales, tanto El Pigu como El Incho sumaron muy fáciles triunfos que, en lo boxístico le suman poco y nada.

Sunchales, provincia de Santa Fe (Especial) - ¿Qué análisis demasiado sesudo se puede realizar de dos duelos definidos en un primer round, más aún si uno de ellos se produjo tras la primera trompada del combate?; ¿qué le deja a pugilistas curtidos en lides importantes como -principalmente- Hugo Garay, un ex campeón mundial, y un doble monarca argentino y sudamericano como Roberto Sosa?

Durante 2010, salvo Jeferson Luis Goncalo que le aguantó los diez rounds a Diego Chaves el 7 de agosto en Moreno y el novel pugilista de Buzios Alexandre Batista que dio cuenta por puntos frente al debutante Genaro Quiroga en la misma velada, prácticamente el resto de los brasileños y brasileñas deambularon sobre los rings argentinos sin inquietar a los púgiles albicelestes.

De esta manera, los visitantes brasileños quedan expuestos a tremendas palizas que lo único que logran es hacerle creer a los triunfadores que ostentan un inmenso poder, cuando lo real y concreto es que apenas sumaron un sencillo y sabido éxito para engordar sus estadísticas.

EL PIGU NI TRANSPIRO

Respecto del “combate”, muy poco se puede puntualizar. Las estadísticas dirán que “el 14 de agosto, el el Hogar Los Tigres del Club Libertad de Sunchales, luego de dos derrotas consecutivas (ante Gabriel Campillo en este mismo escenario cuando cedió su corona mundial mediopoesado AMB y frente al estadounidense Chris Henry como visitante), el tigrense Hugo Garay (87 kilos, 33 victorias, cinco derrotas, sin empates, 17 K.O.) noqueó a los 15 segundos del primer round al brasileño Marcelo Da Silva (31 años, 83,200, 19-3-0, 14 nocauts).

El asombro, estupor e incredulidad por la inexistente resistencia del zurdo brasileño llegó apenas sonó el campanazo inicial: tras saludarse, el visitante subió su guardia tibiamente y dejó algo bajo su puño izquierdo, y el argentino aprovechó ese convite para asestarle un cruzado de derecha al mentón que provocó una zambullida, lisa y llana de su adversario, quien mansamente escuchó hasta el out el conteo fatal del árbitro Ramón Martínez.

Los jurados, de nulo trabajo en esta ocasión, fueron Raúl Jourdán, Marcos Machuca y Juan Carlos Toledo”.

Hasta allí, la crónica de lo acontecido sobre el cuadrilátero. Ahora, pasando la zaranda y desmenuzando los pro y los contra de estos escarceos que envasaron a alguna que otra escena de pugilato que ascendió al mote de pelea de boxeo por el hecho de que la misma estuvo reglamentada como corresponde por la FAB y contó con todos los actores necesarios para aportarle seriedad, las conclusiones que debería extraer Garay deberían ir más allá de ponerse feliz por haber ganado una vez más.

Si así se lo toma, como un triunfo más y nada más, está bien. Ahora, si El Pigu -que no tiene la culpa de los rivales que le ponen en frente pero sí la responsabilidad de entrenarse a conciencia, se lame como se lame su oponente de turno- cree o le hacen creer que venciendo a este tipo de oponentes como Marcelo Leandro Da Silva está cerca de volver a combatir por el título mundial mediopesado, sin estar entrenado como el sábado, con largos 87 kilos -estipulados en la balanza el día anterior que se transformaron en más de 90 el día de la pelea-, sencillamente no está bien rumbeado.

Ahora, si lo pone en su justa dimensión y lo toma como un entrenamiento con público con el que logró estirar las piernas y romper la inercia de haber pasado, como cerca, a 20 cuadras del gimnasio desde hace un largo tiempo, más allá de algún leve movimiento que haya hecho durante unos días, probablemente pueda rescatar un mínimo provecho de este simulacro de combate.

Siempre dijimos desde esta página que confiamos en un Garay bien entrenado, ese mismo que se mató para conseguir el título frente a Yuri Barashian en el Luna Park y defenderlo ante Jürgen Brahemer en Alemania. Pero no en el que engordó 35 kilos y fue un despojo de sí mismo ante el español Gabriel Campillo cuando lo perdió.

Entonces, si retoma ese camino del trabajo, del esfuerzo y del entrenamiento metódico, continuo y alejado de cualquier tipo de distracciones que se le presenten, el crédito seguirá abierto ya que apenas tiene 29 años y demostró que el fuego sagrado vive con él. Si no…

AL INCHO LO HINCHARON

DEMASIADO POCO

Un poquito más debió transpirar, no mucho, queda claro, el invicto cordobés Roberto Incho Sosa (25 años, 53,500, 19-0-0, 10 K.O.), monarca nacional y sudamericano supermosca, sin exponer sus cetros, noqueó a los dos minutos y 50 segundos del primer asalto al hasta aquí imbatido brasileño Roberto Santos de Jesús (26 años, 52,600, 11-1-0, 7 K.O.), en un ¿duelo? Encuadrado entre los gallos.
Incho cumplió con su trabajo y consiguió demostrar desde el primer intercambio su absoluta superioridad.

Así fue que, aún siendo de menor estatura y plantarse en posición contragolpeadora, Incho gobernó las acciones a partir de iniciar su ofensiva con un 1-2 y enseguida meterse en la media distancia para conectar cuatro ganchos zurdos a repetición a la zona hepática y, renglón seguido, culminar con una izquierda y una derecha plenas al rostro de un conmovido de Jesús que provocó un conteo de protección por parte del referee Diego Linari.

La infinita diferencia de formación, potencia y puntería de Sosa volvieron a decir presente un rato más tarde cuando el cordobés, que ya pegaba a voluntad y sin oposición, no se desesperó y terminó su contundente labor al acertar nuevas combinaciones abajo-arriba coronadas por un cruzado de derecha a la mandíbula y otro gancho zurdo a la zona hepática que desmoronaron por toda la cuenta al tibio brasileño.

Los jurados, de nulo trabajo, fueron: Jurados: Raúl Jourdán, Marcos Machuca y Roberto Bertotti.